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Camilo Villalvilla. El recuerdo donde duele

Camilo Villalvilla. El recuerdo donde duele

 

No.23-Oct.2010Octubre 14, 2010 - 2:01pm

La amnesia colectiva parece ser, bajo el equívoco filo de la Navaja de Occam, la solución más eficaz, por su sencillez, para evitar las inquietantes moralejas, enseñanzas y advertencias que la historia reciente emite desde dolorosos errores pasados, a las generaciones, ya hayan sido protagonistas activos o pasivos de los requiebros abordados; ya sean tardíos vástagos, debatida su inocencia entre las cenizas de orgullos pretéritos.

El olvido voluntario del pasado no evita que sus ondas dialécticas de sentido y acción se extiendan irremisibles en el constante viaje de las comunidades humanas hacia el futuro, verdadera naturaleza del estado ilusoriamente estático calificado como presente. Tal actitud hipócritamente temerosa, sólo consigue afilar el otro borde de la hoja occaniana, con el cual será cercenada, tarde o temprano, la cabeza de la sociedad en cuestión, dígase su sentido de pertenencia a una identidad, su compromiso social, la consciencia de ser, estar y participar, más allá de su destino particular como átomo dislocado del núcleo colectivo, en el porvenir total de dicha colectividad, organismo vivo (al decir de Herbert Spencer) que es la nación.

Llamados a ser adelantados mecenas de sus tiempos, absueltos por el siempre justo y casi siempre tardío devenir lógico histórico, artistas como Camilo Salvador Díaz de Villalvilla Soto (Cienfuegos, 1976), más conocido en el mundo de las artes plásticas como Villalvilla, asumen como eje de su obra otra navaja muy diferente, óptima para rasgar los siete o más velos obnubiladores de la consciencia social, sojuzgadores de los homo sapiens, reducidos entonces a avistar e interpretar su historia cual distorsionada sombra en fugaz y onírico periplo por la entrada de su gruta ignorante.

Consciente de ser y estar en un islote espacio-temporal cuya brújula flaquea indecisa entre la utopía y la distopía, invadidas sus costas por un mar de alucinante heterodoxia, en cuyo seno yacen como pecios los fantasmas de los paradigmas pasados, en plena fermentación bajo la acción corrosiva de la crisis cuestionadora y revisionista de la realidad, Camilo advierte la necesidad de corregir rumbos a partir del conocimiento pleno, racionalizado casi hasta el ajuste de cuentas, con los responsables del mutismo histórico. Avanza hacia el pasado virgen, revisita (con sus sólidos trazos, aprehendidos durante su formación como arquitecto en la Universidad Central “Martha Abreu” de Las Villas) íconos y símbolos que pesan en la memoria socio-cultural colectiva.

  A empellones, incluso bajo la amenaza de la navaja occamless steel garantizado, Villalvilla trae al presente inquietantes recuerdos, los desempolva y se los ataruga en el cerebro a los complacidos amnésicos, prendiendo una alarmante Luz Roja, distinguible entre la neblina-placebo, como salvaguarda de  naufragios reiterados.

¿Cuánto depende nuestra existencia presente de la armoniosa ronda donde el Tocororo danzó mano a mano con la Matrioshka; la Estrella Solitaria sacó reflejos de las hoces y martillos acerados; y el Barquito de Papel navegó para  allá y para allá? ¿Quiénes somos tras la epidermis conveniente de los simbolismos cotidianos? ¿Qué queda de sagrado en estas iconografías, condenados a la hibernación en cerebros de osos polares congelados por la ventisca homogeneizadora, exhalación de monstruos acorralados por las dinámicas históricas? Los haces luminosamente bermellones del semáforo plantado por Camilo en terra incognita despabilan a los dormidos plantígrados blancos de ensoñaciones rojas, y los obligan a colocarse espejuelos que miran hacia adentro, a definirse a sí mismos como entidades activas, pioneros-punk por el Comunismo seremos como el Che nacido y vivido en Futuro, fue crucificado muerto y sepultado por manos ciegas de Pasado. 

Su obra delata a Camilo Villalvilla como un artista responsablemente comprometido consigo mismo y con la época que le toca vivir. Inconforme, provocador, está convencido del poder del pensamiento, educado en la aprehensión creativa de la realidad circundante, en plena disensión con todo amago del memorismo débil en conspiración sinonímica con la amnesia del raciocinio. De ahí su serie de instalaciones, dibujos y esculturas centradas en el tema del pupitre-podio, pupitre-escalera, pupitre-sillón de ruedas, pupitre-balancín, así hasta forzar los límites plásticos de “la silla más importante del mundo”, metáfora de la emergencia y consolidación de la dimensión humana atenta, visto el ser como historionauta que va estructurando el camino de adoquines amarillos hacia su Oz personal.

Referencial, iconoclasta hasta la malcriadez y la sátira más ácida, soportadas en una fe, de muy buena visión, en la utopía rediviva (pre-claridad vista como apropiación consciente de ideales progresistas, a salvo del cieno maniqueo y rígido del dogma), Camilo revisa sin temores el jergón histórico que arrastramos hacia el futuro bien presente, zurce con pincel y carboncillo los tajos practicados por la navaja pendular de Occam a fin de vaciar sus sentidos, y expone las cenizas pasadas ante nuestros ojos. A nosotros nos resta optar por el renacimiento…


Por: Antonio Enrique González Rojas

1 comentario

fabian -

empingao elcomentariode Tony y mejor todavía la pincha de Kmilo... arriba la resistance