Resistir la tentación de ser infiel a resistir
El rejuego iconoclasta con símbolos sacros y habituales de la cotidianidad cubana, convergentes en la cascada de paradigmas regurgitados al vacío por el agujero blanco súper masivo del Postmodernismo, es una constante estético-conceptual en las obras de la pandilla de artistas cienfuegueros que se hacen llamar La Resistance. Bien como mirada nostálgica a épocas vanguardistas donde los movimientos florecían doquier se rompía una regla estética, o bien como fraternidad de enfants terribles restalladores de cascabeles en oídos timoratos, este grupo de creadores no siguen un manifiesto formal, sino una plural empatía camaraderil de la cual resulta la heterogeneidad de visiones.
Camilo Villalvilla, Aslam Castellón, Alain Martínez, Esteban Darias, Luis Alberto Pérez Copperi y José Ernesto Saborido, ya arriban a una tercera muestra conjunta, eminentemente bidimensional. Este convencionalismo curatorial, opuesto a los dos precedentes más instalativos y desenfadados, quizá impelido por el abolengo del espacio y/o propósitos pecuniarios, no desmedra la solidez conceptual de las respectivas poéticas, encarnadas en la treintena de obras expuestas.
La aguda indagación que, con paleta y pincel comprometidos, Camilo realiza en el pasado reciente, donde el triunfalista color rojo del dogma teñía las torres de San Basilio, el Memorial Martí, y Marx se alejaba a toda velocidad de los manuales académicos, asume nuevas aristas en la serie Tesis, antítesis, síntesis y en la pieza Tandem.
El ahora y el aquí de la realidad cubana prosaica, amarga, es diseccionado por Aslam en la serie Díptico obligado: La Letra del Año, donde los craft corren el riesgo de corroerse en su propio ácido. Alain retoma, con las obras integrantes de las series Ciudad Hipotética, Vuelo a la luz y Ascenso, su característico surrealismo de suave lírica, y se vuelca con A jugar II y III al asalto del corpus ideo-simbólico nacional. La serie 10 000 símbolos, loable incursión en el arte digital, recombina la iconografía pop USA, con grafías autóctonas, en lúdica metáfora del nuevo ajiaco en que deviene la cultura cubana.
Esteban Darias redimensiona, bajo luz otoñal, influencias surrealistas del renacentista italiano Archimboldo, traídas a la palestra pop en la serie Naturaleza Viva. Copperi prosigue en sus piezas su estética de sino gráfico, donde la realidad se ofrece bocetada, como instantáneas tomadas al can can arrítmico de la existencia, entre el humo de cigarrillos y automóviles, por un Tolousse-Lautrec moderno.
Saborido regresa a sus cuasi abstracciones impresionistas, bajo cuyos velos coloridos se insinúan marinas parcheadas por los siglos, y ciudades abigarradas hasta recordar a Portocarrero. El aura luminosa disuelve contornos e indefine objetos, despejando la esencia de todo viso realista, desnudando la idea.
Esta tercera entrega de La Resistance dinamita con sus cargas de significados altamente cáusticos, la convención y el glamour que parece seducirlos, sometiendo toda ínfula de artistas sinceros y comprometidos. La infidelidad puede ser pasada por alto como una mentirilla blanca.
Antonio Enrique González Rojas
Periodista y Crítico de Arte
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